Arte y Cultura
Sebastián Cordero: Sobre las variaciones de la mirada
Existe una primera experiencia vital en la que, en las palabras de Anne Carson, la ficción da forma a lo que se derrama en nosotros. En el caso del cineasta ecuatoriano Sebastián Cordero, se dio en una sala de cine en París, con una película de aventura de Spielberg a los nueve años.
Este instante de la niñez que marcó su historia, fue el descubrimiento de un mundo posible y de un intercambio adentro-afuera que amplió su noción sobre las posibilidades.
Desde los nueve hasta los quince años visitó las salas de cine de tres a cuatro veces por semana. Después, decidió estudiar en Los Ángeles y así inició su carrera hasta convertirse en el creador de “Ratas, ratones, rateros”, “Rabia”, “Crónicas”, “Pescador”, su más reciente “Al otro lado de la niebla”, entre otras destacadas películas.
Nos encontramos con Sebastián en el icónico 8ymedio en Quito. En esta ocasión, nuestra conversación se centró en conocer las variaciones de su mirada en procesos creativos y crear un breve registro de su visión como artista.
Sobre la escritura y la edición
Se ha descrito a la escritura como desvarío, alimento, proyección corporal y hasta salvación. Este cineasta resalta su complejidad, para él acciones del cine como fotografiar, iluminar o grabar sonido responden a un proceso mucho más intuitivo, mientras que la escritura de guiones es un oficio que requiere formación.
Escribir es sufrir, señala Sebastián, pero también es fascinante y mágico.
Actualmente, tiene de diez a doce largometrajes sin producir, escribe todos los días y se turna de un proyecto a otro. Al momento de enfocarse en una obra, como por ejemplo “Crónicas”, tiene una primera versión, seguida de un largo proceso de investigación de acuerdo a la temática. Además de la verificación de hechos, existe una parte instintiva que muchas veces acierta. Por ejemplo, en esa película se incluye una entrevista en tercera persona con un asesino en serie, un recurso que pudo constatar con asombro como algo habitual en este tipo de conversaciones al estudiar las cintas sobre Ted Bundy.
Al hablar sobre edición la describe como una especie de reescritura y de disfrute que intenta alargar cada vez más. “Ratas, ratones, rateros” tuvo un proceso de edición de menos de un mes, por tener solo los planos necesarios y el deseo de hacer que se cumpla lo que estaba planificado. Sin embargo, sus nuevos proyectos dan espacio a la improvisación y a una noción fundamental: el trabajo de un actor no está listo sin el proceso de edición, este funciona como un descubrimiento de la esencia misma de la historia.
Sobre la violencia y la denuncia
El cine de este autor se caracteriza por la complejidad de sus narrativas en cuanto a sus contextos realistas y existe un componente evidente que lo atraviesa todo: la violencia. Sebastián la considera esencial para la estructura dramática y capaz de permitir una reflexión más profunda. Resalta su admiración por el uso de este recurso por cineastas mainstream como Tarantino o Scorsese, pero también se entusiasma por películas como “Kinatay” de Brillante Mendoza, la define como una obra maestra sobre la tortura que requiere un público preparado.
En la actualidad, le resulta más desafiante ingresar a ficciones con violencia explícita, requiere periodos de descanso entre la lectura de cuentos de Mariana Enríquez. También señala su admiración por libros como “Pelea de Gallos” de María Fernanda Ampuero y “Mandíbula” de Mónica Ojeda.
Al hablarle sobre la frase de Sharon Olds:
“Si tuviera que elegir entre que un poema sea terapéutico o que sea un mejor poema, preferiría que fuera un mejor poema”.
Responde que se encuentra de acuerdo y dentro de este punto surge la interrogante con respecto a la denuncia en su trabajo. Para él, su realismo lleno de injusticias, incongruencias y desigualdades no busca dar soluciones sino suscitar preguntas. Es en esa duda latente, sin guías elucubradas, donde está el valor de un planteamiento.
Sobre la falta de certezas
En sus inicios, una de sus frustraciones más grandes era que las imágenes más interesantes se presentaban al margen del rodaje. Sebastián describe un proceso interno que ha tenido que generar para tener un mayor acceso a lo espontáneo. Por ejemplo, define el documental como un formato que invita a lo orgánico, mientras la ficción requiere recursos y una logística con mayor planificación.
En “Al otro lado de la niebla”, su última obra, es evidente el poder de la falta de certezas para una comprensión más rica de las imágenes, diálogos y sonidos. Por ejemplo, la niebla fue un descubrimiento del camino que sirvió como metáfora central del documental. Para este cineasta, es apasionante encontrar una forma en lo subjetivo, manteniéndose fiel a una verdad personal que continúa siendo, a su vez, subjetiva.
Sobre mirar atrás
Sebastián reconoce que hay aspectos de sus proyectos que envejecen con el tiempo. Reflexiona sobre cómo se representaba el rol de la mujer en el cine de las décadas de 1980 y 1990, donde el interés amoroso del protagonista solía ser el foco principal, relegando a la mujer a un papel secundario o complementario. Señala que realizaría cambios en escenas que eran necesarias, acorde a una narrativa global de la época, pero que en la actualidad no considera relevantes para la trama.
De manera general, a pesar de que hay aspectos que pueden envejecer de manera diferente, sigue respaldando todo su trabajo cinematográfico. Regresar a sus películas representa encontrar elementos personales ocultos y a su vida convertida en ficción como un largo retrato solo comprensible a sus ojos.
Se puede buscar realizar un registro más amplio del pensamiento de Sebastián Cordero, se puede señalar su manera de defender el valor de lo subjetivo, de crear más allá de la rentabilidad económica y de mantenerse fiel a sí mismo. Sin embargo, lo que sería más importante registrar es su sencillez, su manera cálida de relacionarse con el otro y su tranquilidad, muy alejada del estereotipo de un artista de su talla. Más allá de su obra, es en las pequeñas conversaciones como esta, en donde se encuentra su trascendencia, y en donde ficción y realidad se derraman, a través de las palabras, para mantenerse en un eterno presente.
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