Arte y Cultura
Anamaría Chediak. El viaje interior de la fotografía.
Retratar. Empezar por adecuar el cuerpo en posición frente a lo que se entiende como la captura de una imagen. Se contiene la respiración en un momento de tenso interludio, el dedo índice se convierte en captor y en el servidor para el ojo certero. Aquella posición del cuerpo les pertenece a las fotógrafas decididas y sensibles como Anamaría Chediak, para quien cada fotografía es un instante de meditación contra la duración del tiempo; una manera, como diría Julio Cortázar, de “combatir a la nada”.
En cuanto a su vida y carrera, podemos decir que es quiteña y que se dedica a la fotografía desde 1993. Sus proyectos editoriales le han aportado premios y reconocimientos internacionales, mencionamos los más recientes: The Epson International Pano Awards (2020); IPA International Photography Awards (2020); Cupoty (2020) y Lensculture (2020).
Inhaus tuvo la oportunidad de conversar con ella para comprobar la dominante razón de la experiencia en una fotógrafa que, cuando se le pregunta sobre su relación con la fotografía como vocación creativa e intelectual, responde con entusiasmo mencionando incluso los escollos a donde le han llevado sus viajes.
El viaje a la vocación
Ana María: La fotografía es mi manera personal de expresarme y esta, como la vida, va cambiando y creciendo con el pasar de los años. Así como un músico que se expresa con su instrumento, el fotógrafo con su cámara intenta crear melodías que buscan transmitir lo que llevas dentro del corazón. Con el tiempo transitando, esperamos ir madurando e ir profundizando la razón. Más allá de ser fotógrafa, soy un ser humano y esto me ayuda a cuestionarme el “por qué” y el “para qué” estoy aquí. La fotografía es mi pretexto para romper fronteras y descubrir el mundo, viajar a lugares remotos, experimentar culturas diversas y aprender de un mundo infinito.
Hablar sobre la paciencia implica la dedicación que se le debe dar a cada fotografía en razón de una espera o en razón a la duración que plantea Peter Handke en su libro Poema a la Duración: “La duración era un sentimiento, el más efímero de todos los sentimientos”. Entonces, la espera y la formulación de este sentimiento es lo que permite que una experiencia sea fundamentalmente diversa. Anamaría requiere del tiempo como parte de su convicción:
A: Para ser fotógrafa necesitas tiempo y paciencia y ese momento para mí es mágico. Gracias a la espera, yo entro en contacto con el hábitat y esos instantes de silencio y observación, no solo me permiten unirme con el entorno, también me ayudan a conocerme mejor a mí misma. Esos instantes son, para mí, parte de una meditación pura.
El viaje al interior
Recorrer el mundo demostrando que las fronteras son tenues medidas entre las líneas imaginarias, es para una fotógrafa que retrata a las sociedades en su funcionamiento —lejos de su visión céntrica— un compromiso. El viaje incesante es un ritmo de vida que no se parece a lo estático, sino que amedrenta contra la noción básica de la comodidad y la rutina. Parte de los viajes que realiza Anamaría para retratar a las culturas del mundo, en realidad se proclama como una posición frente a la diversidad dinámica. Una fotografía no es solo el retrato o la divulgación de imágenes, se trata del intercambio de miradas. La razón del viaje deja de ser únicamente un traslado geográfico. Anamaría dice que se trata del viaje interno:
A: El viaje más importante de todos, para mí, es el viaje al interior y a través de esos espacios naturales por los que transito o a través de esas geografías tan remotas en las que me adentro, lo que más me gusta es descubrir los motivos que mueven mi interior. Cuando de pronto me encuentro en lugares enormes y abismales, me siento tan pequeña porque la magnitud del universo es todavía mayor.
El viaje a la belleza
El poeta mexicano Margarito Cuéllar dice que: “La belleza no sabe de parte de quien está hoy”, para referirse a ese concepto abstracto que es, por lo general, una determinante relativa de la persona que la está presenciando. El trabajo del artista es cercano a la sensibilidad y al desarrollo de la empatía, eso nos lleva a tener otra visión del mundo. Es lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Qué es lo que Anamaría entiende por belleza?
A: Veo belleza en el silencio y en la contemplación. Belleza, sobre todo, en la imperfección porque la siento sincera y real. Recuerdo un viaje a Myanmar. Tenía por delante un recorrido de seis horas en canoa por el río, sobre mí una nube inmensa y negra que anunciaba que me iba a caer el diluvio universal. No era el guion esperado, ni las condiciones más favorables, sin embargo, la belleza también reside en los momentos inesperados. Agarré la cámara y dije: “Cuando llueve, las fotos pueden ser aún más hermosas”. La canoa llegó donde unas mujeres que recogían flores de loto. Ellas cortaban los tallos y extraían un hilo con el que tejerían. Cuando hablamos de belleza, me acuerdo también de estas mujeres recogiendo el hilo, porque lo bello no es solo una imagen o un momento en concreto, es toda la historia que hay detrás por contar.
El viaje a la memoria
Otro viaje es el que sucede en la memoria cuando transita separada del cuerpo físico. La memoria puede quedarse estática admirando la visión incesante de una puesta de sol que nunca terminó. La memoria es capaz de retratar un solo y único instante de eternidad. La voluntad de la naturaleza, por lo general caprichosa, nos enseña que no todo es aprehensible. Anamaría asimiló esto en un viaje cuando por cuestiones técnicas su cámara no funcionaba y se quedó sin fotografiar, lo que en su memoria quedó grabada como: “La danza de los espíritus”.
A: Me viene a la mente una imagen de un viaje al Ártico. Yo tenía metida en la cabeza esta idea de fotografiar las auroras boreales. Esas luces que bailan por los cielos y la gente del lugar les llaman: “La danza de los espíritus”. Era época de invierno, hablamos de -40°. No puedes sacarte los guantes, ni tampoco maniobrar la cámara o el trípode. Enfocar en total oscuridad es todo un reto. La primera noche tenía todo listo esperando que aparezcan por el norte, pero de pronto, aparecieron por mi espalda y la batería de mi cámara en ese momento murió. Duran unos pocos segundos, no había tiempo de cambiar la batería, así que levanté mis ojos al cielo y contemplé absorta. Bailaban encima de mí en la inmensidad y oscuridad de la noche.
En definitiva, lo conversado se expande por muchos viajes más, la misma conversación con Anamaría puede terminar en una historia mucho más extensa que la aquí sintetizada. Ser parte de un viaje algo infrecuente. Sus fotografías de las culturas, a la naturaleza, al ser humano diverso, a la desfragmentación del hábitat como alerta de nuestro paso por el planeta. Todo eso es la razón de que el aporte de la fotografía pueda enaltecer el valor de lo humano, brindando segundas oportunidades durante el decurso y utilizar en provecho del flujo temporal, lo que Anamaría ha visto.