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Los tesoros de la Costa ecuatoriana

Puerto López © Fotografía por Inhaus Estudio Creativo.

En esta edición de Destino Break, el equipo de Revista Inhaus decidió emprender un viaje por la Costa ecuatoriana. Queríamos encontrar aquellos lugares que hacen del acto de movilizarse una experiencia transformadora. El Ecuador es un innegable paraíso natural y gastronómico, pero lo que realmente interpela nuestras emociones, son las historias. Y el tejido cultural de nuestra tierra se compone principalmente de ellas. Aquí les compartimos una bitácora de lo que fue este recorrido, que fortaleció nuestro imaginario e identidad.

Iche

Al llegar a Iche, en San Vicente-Manabí, nos recibió un imponente ceibo de 120 años. Este tipo de árboles filtran agua en sus generosas raíces y tienen la capacidad de regresar al verde incluso después del invierno más duro. Son considerados como cuidadores del cerro o bosque en el que se sitúan y esto funciona como una analogía de los valores de este proyecto. Orazio Belletini, su fundador, nos contó acerca de sus inicios:

Orazio: Iche nace después del terremoto del 2016. Queríamos contribuir con la reactivación económica, pero, sobre todo, elevar la autoestima y esta noción de esperanza en el futuro que quedó tan golpeada en Manabí, al igual que en el sur de la provincia de Esmeraldas.

El proyecto tiene varias aristas, una de las principales es una Escuela de Comida y Hospitalidad, en la cual jóvenes de zonas aledañas aprenden sobre la preparación de platos de alta cocina bajo el lente de las maravillosas tradiciones manabitas. Siempre reciben un porcentaje mayor de mujeres, en un 60%, para mejorar su inserción en el mundo laboral.

Valentina Álvarez, jefa de cocina en ICHE © Fotografía por Inhaus Estudio Creativo.

En medio de un huerto lleno de vida, conversamos con Valentina Álvarez, la jefa de cocina. Nos comentó que este lugar sirve para fines educativos, pero también como una reconciliación con aquellos alimentos, como los especiales ajíes silvestres, que dejaron de consumirse.

Uno de nuestros momentos favoritos fue cuando nos reunimos alrededor del horno manabita. Valentina lo definió como un espacio etnográfico y de conexión cultural con los antepasados, a través de técnicas que han perdurado por miles de años. Añadió que se trata de un sitio comunitario, liderado por la mujer, en el cual administra lo que sucede en el hogar. También cumple con la función de ser un “activador de la memoria” de quienes lo visitan y recuerdan a su familia.

Según la investigadora Libertad Regalado, Iche significaba maní en una lengua vernácula de la zona y este es el sabor que sobresale en la mayoría de platos del restaurante. Este brinda a los comensales innovación con identidad y se caracteriza por su amplio conocimiento de las técnicas del mundo. Por otra parte, el laboratorio consiste en la fermentación de distintos frutos o especies para la elaboración de licores, como también de diversos productos de maní que se encuentran a la venta para los visitantes.

ICHE © Fotografía por Inhaus Estudio Creativo.

Ayampe y el surf

Al sur de Manabí nos encontramos con Ayampe, una playa que ofrece una experiencia completamente distinta a destinos como Montañita o Salinas. Es pequeña, pero perfecta para quienes buscan conectar con la naturaleza, descansar y calmar su mente. Además, de su belleza natural, se destaca por un latente sentido de comunidad y por representar una oportunidad de lanzarse a realizar nuevas actividades.

Ayampe también es reconocida por sus excelentes condiciones para deportes como el surf. Conversamos con Camilo Suárez y Mateo Blanco, miembros y profesores del centro de bienestar “Otra Ola”. En este espacio ofrecen clases de español y yoga, siempre bajo la perspectiva de lo terapéutico. Decidimos tomar una clase de surf para principiantes y nos dejó un aprendizaje importante: cuando miramos al frente, todo es más claro.

Si te interesan las actividades acuáticas, te recomendamos leer el artículo sobre el Hotel Eolia.

Camilo Suárez y Mateo Blanco, miembros y profesores del centro de bienestar “Otra Ola”. © Fotografía por Inhaus Estudio Creativo.

Gastronomía

Antes de irnos de Ayampe no podíamos dejar de visitar la Cabaña del Corviche. Un sitio pequeño y famoso en el Ecuador por su exquisita preparación de este bocadillo de origen montubio. Para los que no conocen sobre sus ingredientes contiene un centro de pescado fresco y maní, cubierto de plátano verde crujiente.

Otra parada obligatoria en nuestro camino a Olón fueron Los Dulces de Benito. Un local ubicado en la Comuna la Entrada, fundado hace más de diez años por Benito Pincay, un pastelero que se formó en negocios como el hotel Ramada y el Guayaquil Tenis Club. Su propuesta pastelera se inspira en la repostería italiana, además se caracteriza por la originalidad de sus sabores.

Al llegar a Olón nos dirigimos a Brisa para conversar con Juan José Morán, su chef y creador. Nos contó todos los detalles sobre su trabajo basado en productos locales y relación con la comunidad.

Guayacanes © Fotografía por Inhaus Estudio Creativo.

Contemplar

Para Byung-Chul Han el llamado progreso y la actual concepción del tiempo definen nuestra relación con la naturaleza. Pensamos que lo natural es un elemento más para ser sometido a la voluntad humana, cuando la relación más simple sería la de la contemplación. Esta acción, tan compleja en la presente época, se liga con principios como los de la meditación o la poesía, y un viaje por la Costa ecuatoriana es una muy buena manera de ponerla en práctica.

Un sitio para contemplar es el Parque Nacional Machalilla, una de las primeras áreas protegidas de todo el país por sus ecosistemas. Dentro de este espacio se puede visitar la playa Los Frailes, ubicada entre dos salientes de roca. Es reconocida por su arena blanca y agua de color verde-turquesa. También se encuentra la Isla de la Plata, en donde se pueden observar diversas especies marinas, aves y acantilados.

Así sea que se realice la Ruta del Sol o del Spondylus, o simplemente se viaje por los distintos pueblos, el paisaje de la flora y fauna resplandece. En nuestro recorrido nos encontramos con un repentino sendero de color dorado intenso, en donde los guayacanes se imponían. Paramos un momento y simplemente los observamos, en esta pequeña acción encontramos la felicidad que solo pueden darnos aquellos gestos que no tienen utilidad o fines productivos.

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