Arte y Cultura
Julieta Ordóñez: una vida atravesada por la danza
El cuerpo reconoce sus límites inmediatos, se conecta al momento presente y a sus latidos, libera cualquier vestigio de preocupación y es, por fin, libre. Para muchos eso representa bailar: una auténtica celebración de la vida. Sin embargo, ¿qué sucede cuando se convierte en una profesión? ¿Cuál es la visión con respecto a la disciplina, tenacidad y técnica?
El cuerpo reconoce sus límites inmediatos, se conecta al momento presente y a sus latidos, libera cualquier vestigio de preocupación y es, por fin, libre. Para muchos eso representa bailar: una auténtica celebración de la vida. Sin embargo, ¿qué sucede cuando se convierte en una profesión? ¿Cuál es la visión con respecto a la disciplina, tenacidad y técnica?
Julieta Ordoñez Pagliaricci, bailarina profesional cuencana de ballet clásico, considera que la danza es un regalo de nacimiento. En la actualidad, junto a su madre, lideran el Estudio de Ballet Classique, una escuela de formación profesional que cuenta con más de 30 años de experiencia en la ciudad.
El vínculo con el arte
El arte en la vida de Julieta estuvo presente desde el primer momento, incluso antes de nacer. Su madre, Gabriela Pagliaricci, originaria de Argentina, bioquímica de profesión y bailarina graduada en la Escuela de Danzas Superiores de Buenos Aires en Ballet clásico y Danzas españolas, fue su principal motor y vínculo con el arte.
Al elegir Cuenca como la ciudad para establecerse y frente a su necesidad de salir adelante, Gabriela comenzó una pequeña academia de danza, motivada por su familia política.
Julieta: Ella siempre me recuerda que hace treinta y dos años en Cuenca no existían más que dos escuelas y el conservatorio, por lo que iniciar una academia de danza era algo completamente nuevo. Después de su primera presentación en un pequeño salón de eventos y conferencias, y viendo la respuesta de la gente, mi casa se convirtió en una academia. Quitaron todos los muebles, montaron barras y espejos, y así empezó todo.
Después de tres años de haber iniciado el proyecto, Gabriela quedó embarazada de Julieta y entre risas recuerda que hasta un día antes de su nacimiento su madre continuaba dando clases en la academia. Al crecer entre música clásica y bailarinas, el destino de Julieta estaba claramente atravesado por la danza.
J: Antes de cumplir cuatro años ingresé a la academia. Mi mamá siempre se preocupó de que la danza fuera una elección personal, más no una obligación y me cuestionaba constantemente para asegurarse de que en verdad fuera un deseo genuino. En la academia existe un profesorado: dos años de preballet y nueve años de ballet, por lo que me gradué a los quince años y hoy a mis treinta años sigo siendo parte preparando a las alumnas.
La identidad y el lugar en la danza
A través del tiempo, los bailarines encuentran un lenguaje único en la danza y alcanzan una identidad propia que les permite apropiarse de su cuerpo, su instrumento principal para comunicarse por medio del movimiento.
Julieta se refiere a su estilo como uno bastante formal por origen, en el que los lineamientos establecidos no le permiten explorar libremente. Sin embargo, al involucrarse en danza contemporánea o danza lírica ha encontrado un lugar mucho más versátil, que no se rige estrictamente a una misma técnica.
J: Hace un año viví una experiencia que cambió mi perspectiva. Una profesora francesa vino a Cuenca a impartir un taller y durante las clases me decía: “Julieta saca lo que verdaderamente llevas dentro”. He crecido bailando siempre bajo los mismos términos y recién ahora he empezado a describirme y encontrarme más en la danza, entendiendo qué es lo que siento, lo que me gusta y lo que quiero transmitir.
El filósofo Ludwig Wittgenstein decía que los límites del lenguaje son los límites de la mente. Los bailarines expresan a través de una comunicación transparente y etérea su identidad. Para Julieta, la danza es un lugar seguro y un estilo de vida, sin el cual se siente incompleta.
J: Cuando bailo me olvido de todo. Considero que la danza es terapéutica, ya que al entrar en la clase y concentrarme en el movimiento me encuentro en el presente y soy consciente de absolutamente todo. Es precisamente en ese momento en el que descubro mis fortalezas y errores, lo que me permite mejorar y empezar de nuevo.
El compromiso de educar
Julieta se ha dedicado los últimos años a ser mentora de un sinnúmero de niñas y jóvenes que confían en su academia para desarrollarse como bailarinas, lo cual asume con profunda responsabilidad y compromiso.
J: Desde que me convertí en profesora de danza y al estar al frente de distintos grupos, he intentado siempre transmitirles nuestra filosofía, la cual está completamente alejada de la competitividad. El mundo profesional de la danza es muy cruel en ese sentido, tanto a nivel físico como emocional. Somos exigentes, sin embargo, procuramos que sea un ambiente seguro como una familia.
Para Julieta su rol como maestra va más allá de enseñar la técnica y teoría, su preocupación es también que cada una de sus alumnas pueda sentirse cómoda y segura consigo misma. Considera que ese equilibrio ha sido el que ha hecho que cada vez sean más los que confían en Classique como el lugar ideal para la formación de bailarinas en la ciudad de Cuenca.
J: Cuando eres profesora, te conviertes en una imagen en el día a día para seres humanos que están en construcción y eso es muy valioso e importante para mí. Queremos sacar siempre lo mejor de cada una, ayudándoles a lidiar también con la frustración y la presión. Yo siempre les digo a mis alumnas: “Mi interés no es únicamente que crezcan como bailarinas sino también como seres humanos”.
Los estereotipos
Los estereotipos anclados al ballet son un tema sensible e importante en el que Julieta hace especial hincapié. Como bailarina profesional conoce de primera mano la narrativa social que existe alrededor de este arte y cómo afecta a incontables bailarinas alrededor del mundo.
Desde estereotipos de género, hasta etiquetar a las bailarinas en función de sus habilidades, condiciones físicas, etc., se han generado ambientes hostiles en los que la sobrevivencia se da por amor al arte.
Como educadora, su rol es fundamental, en Classique se ha cambiado por completo la narrativa alrededor de los estereotipos y se ha fomentado un espacio en el que el diálogo es seguro y realista con cada una de las alumnas.
J: El objetivo de nuestra academia es formar bailarinas seguras de sí mismas. Cuando practicas y te dedicas profesionalmente al ballet estás frente a un espejo la mayor parte de tu tiempo, por lo que es necesario que ames y aceptes el reflejo que ves. Nosotros nunca fomentamos la comparación ni la competitividad, clasificamos a nuestras alumnas únicamente por edad y experiencia.
El ballet en Cuenca y su futuro
La ciudad de Cuenca se ha destacado siempre por su enorme acervo cultural. No en vano es cuna de reconocidos artistas que día a día defienden el escenario como espacio de expresión y encuentro. Actualmente, el creciente interés de la sociedad en eventos culturales es una situación muy ventajosa para artistas y academias que realizan presentaciones con regularidad y que esperan acogida para cada propuesta.
J: Hace unos años en Cuenca no era común asistir a obras de teatro o exposiciones, pero hoy en día el arte tiene un papel protagónico en la ciudad. En nuestras presentaciones los únicos asistentes eran las familias de las alumnas, sin embargo, últimamente el interés del público ha crecido mucho. En nuestra última puesta en escena, que fue Peter Pan, recibimos a una nueva audiencia que aceptó la obra de una manera espectacular.
Los nuevos enfoques de los artistas han permitido que los escenarios se conviertan en espacios versátiles que otorgan la oportunidad de explorar, proponer y crear grandes proyectos. Perfiles profesionales como el de Julieta y Gabriela están alineados a esta nueva visión y son clave para el desarrollo cultural de la ciudad y el país.