Gastronomía
Le Gourmet: La frescura del lugar y los platos del chef
Entre el revestimiento del lugar y la excelente bienvenida que tuvimos en Le Gourmet, podemos decir que es un must si estamos en búsqueda de una experiencia acogedora en Guayaquil.
El Hotel Oro Verde tiene una historia interesante. Comienza en los años setenta con la llegada a Ecuador de Kaspar Manz, suizo hotelero, y su amigo Jack Custer (con razón el delicioso fondue del Hotel) quienes por necesidad cuando vivieron en Guayaquil, tomaron la decisión de abrir un hotel en el que se sientan cómodos y acogidos.
Desde ese entonces, el Oro Verde mantuvo un estilo clásico y un tanto vintage. Incluso, recordamos una vez que fuimos al Bar (junto a Le Gourmet), donde el negro de los muebles de cuero y las luces tenues del espacio nos hacían sentir en un capítulo de la serie Mad Men.
Por eso nuestra sorpresa al llegar a Le Gourmet. Nos recibieron colores celestes, cremas, blanco y una cálida iluminación; nuestra reacción: “Wow, ya no estamos en Mad Men”. Eso logró la amigable y “pinteresca” (muy al estilo impecable de Pinterest) decoración de Julio Vinueza.
Sentimos la necesidad de tomarle foto a todos los detalles del lugar: objetos de decoración, mesas, muebles, candelabros, hasta la tela que cubría las sillas de cada mesa.
Esto dio apertura a la Experiencia Guitig en la que también degustamos el nuevo menú de Le Gourmet, presentado por el Chef Ejecutivo Miguel Ponce.
Inició con tres entradas: Shot de hongos nacionales, Tartaletas con crema de ajo y choclo y Buñuelo de cangrejo, pensadas para causarnos intriga por lo que vendría después.
El menú continuó con: Atún rojo e Ishpingo marinado con Dashi de tomate de árbol y ají Mirasol; Langostinos asados con bisque de maíz, crema picante a la vainilla y tomate; Corvina con ragú de setas, velouté de papas chauchas e hinojo fresco y semillas tostadas; Lechón de corral confitado, raviolis de mango con sichuán, puré de calabaza y buñuelo de morcilla y salsa de chocolate de olla.
Y last but not least: Frutillas marinadas con manzanilla, granita de hojas de cilantro y helado de leche asada y mastuerzo, seguido con “Pavlova” de Ruibarbo y cerezas amarenas, cremeux de baba de cacao con helado de jengibre confitado y flores.
Nuestros paladares experimentaron tal diversidad de sabores que sentimos cómo todo estuvo pensando para que nos enamoremos del nuevo menú.
Definitivamente un lugar que recomendamos para escapar de la rutina y tener un momento de frescura, conocer platos que no imaginamos antes y un espacio que nos haga sentir en casa.