Arquitectura
Guadalupe Ibarra: la primera arquitecta ecuatoriana
“Pioneras de la arquitectura” es el título de una investigación realizada por Verónica Rosero y María José Freire en el 2020, con el fin de visibilizar la labor de las arquitectas ecuatorianas hasta 1980. En este trabajo, las autoras evidencian datos importantes sobre el acceso a la educación de las ecuatorianas y los escasos porcentajes de mujeres graduadas en la carrera de Arquitectura.
“Pioneras de la arquitectura” es el título de una investigación realizada por Verónica Rosero y María José Freire en el 2020, con el fin de visibilizar la labor de las arquitectas ecuatorianas hasta 1980. En este trabajo, las autoras evidencian datos importantes sobre el acceso a la educación de las ecuatorianas y los escasos porcentajes de mujeres graduadas en la carrera de Arquitectura.
Aunque el ingreso a la universidad para las estudiantes inició en la primera mitad del siglo XX, definen la inserción de mujeres en la Arquitectura, como lenta y tardía. Entre las posibles causas se encuentran las políticas públicas y, de manera especial, los estereotipos sociales vinculados a las carreras tecnológicas y al rol de la mujer.
Revista Inhaus conversó con Guadalupe Ibarra, la primera ecuatoriana en graduarse como arquitecta en el Ecuador. Además, de este gran logro, descubierto gracias a la investigación previamente mencionada, su papel fue fundamental en el ámbito de la docencia universitaria de esta profesión, puesto que se convirtió en la primera profesora.
Vocación es sinónimo de trabajo
Guadalupe nació en Quito y vivió en varias ciudades del país por la carrera de su padre. Se define como una niña inquieta, a la que le gustaba mucho dibujar e inventar sus propios juegos. Cuando se encontraba en el último año de colegio, radicada en la ciudad de Cuenca, tres arquitectos visitaron el establecimiento educativo para invitar a las jóvenes a estudiar Arquitectura.
Describe su ingreso a la universidad como “atemorizante” porque se encontraba en un entorno en el que todos los estudiantes y profesores eran hombres. La escritora Clarice Lispector dice “la grandiosidad de la vida es lanzarse” y eso fue lo que hizo Guadalupe en 1963, cuando se matriculó finalmente en la Universidad de Cuenca.
En su primer año se encontró frente a ciertas adversidades, como no estar al mismo nivel de sus compañeros en las materias de Álgebra y Trigonometría. Gracias a sus padres, a quienes describe como su mayor apoyo, trabajó junto a dos profesores hasta nivelarse. Sobre su vivencia en el aula dice que ser mujer nunca fue motivo para tener un trato diferente.
Fue una estudiante de alto rendimiento y se graduó en 1970. Además de sus estudios, Guadalupe trabajó desde el primer año de su formación como dibujante. Esta experiencia, junto a los arquitectos Enrique y Jaime Malo, no solo le concedió la alegría de ver sus dibujos materializados, sino también de adquirir destrezas en el trato con proveedores y trabajadores.
Después de graduarse concursó para ser profesora de su alma máter. En una convocatoria, a la que se presentaron aproximadamente cuarenta de sus compañeros, obtuvo la calificación más alta y ganó con la primera antigüedad. Durante sus años de docencia estuvo a cargo de las materias: Dibujo Técnico, Taller y Materiales de la Construcción.
Construir la vida
Al graduarse arrendó una oficina y se propuso crear su propia empresa de construcción y arquitectura. Siempre quiso ser autónoma y no depender de ninguna institución, a pesar de tener varias propuestas. Guadalupe ha trabajado durante 52 años en su carrera. Su prolífica obra se divide en 220 viviendas, 13 conjuntos habitacionales, proyectos como la Casa de Observación Femenina Florencia Astudillo, la Capilla de Gapal, entre muchos otros. En el aniversario número cuarenta de la Cámara de la Construcción de Cuenca se hizo merecedora de una mención especial por su labor profesional.
Sus proyectos se caracterizan por seguir la línea de la arquitectura tradicional cuencana, con el uso de materiales propios de la zona. Dos hitos importantes de su carrera fueron la realización de 400 viviendas junto a Mutualista Azuay, en donde aprendió a trabajar con formaletas de aluminio y la construcción del condominio San Sebastián, la obra con la que finalizó su trayectoria.
Guadalupe: Mi interés siempre fue servir a la familia, no como negocio sino como parte de mi obligación para dar lo que necesitan los demás. La vivienda es una cosa que la mayoría de personas tienen una sola vez en la vida, entonces yo no pienso más que en su satisfacción. No era solamente la construcción, eran la terminación y los anexos adicionales que uno podía poner para que tenga un sabor mucho más familiar, de acuerdo a lo que la gente quería.
Esta arquitecta considera que nunca tuvo un estilo particular, esto se debe a que cada época evidencia características propias y de su realidad. Recuerda las críticas que existieron cuando se construyó el Palacio Municipal o el Teatro de la Casa de la Cultura y afirma que estas edificaciones obedecieron a las circunstancias del momento. Añade que estos hitos nos dan una lectura de cómo fue la historia de la Arquitectura.
Al hablar sobre sus referentes, menciona a Honorato Carvallo, Enrique Malo y Jaime Malo; por introducir en Cuenca un concepto que no existía anteriormente. Señala que fue muy importante su visión al unir el sentido espacial con la comodidad de la arquitectura tradicional. En cuanto a materiales, indica la hermosura de los que se utilizan vistos, como el ladrillo, que ha representado una forma de manifestación importante en el sector arquitectónico y en la cultura local.
La seguridad en sí misma nunca fue un problema para Guadalupe Ibarra. Afronta la vida con fluidez y tiene mucha claridad sobre su valor como persona y profesional. Su historia y visión marcan un inicio importante para el desarrollo de muchas estudiantes que continúan construyendo su camino.