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Felipe Escudero es el fundador y director creativo de EFE, un estudio de arquitectura poco convencional, que desde el primer momento que visitamos sus oficinas en Quito, fue capaz de contagiarnos la pasión por su trabajo. EFE funciona como una incubadora de ideas, lo cual los ha llevado a diseñar proyectos que logran transmitir una sorprendente sensación de optimismo y vitalidad.

¿De qué modo tu formación internacional influye en tu manera de afrontar los proyectos del estudio? “En mi formación, que continúa hasta ahora, siempre quise expandir las posibilidades del diseño a través de mis viajes. Quería, no solamente absorber información de libros, más bien me interesa ver con mis propios ojos cómo vive la gente.

Entonces estudié en universidades en París, Roma, Berlín, Atlanta y la maestría en la Architectural Association de Londres, que es un lugar por el cual muchos de mis ídolos pasaron. Durante esos años también trabajé en Mad Architects en Beijing, en Heatherwick Studio en Londres y en Space4architecture en Nueva York. Todos estos lugares tuvieron una influencia en mi forma de diseñar, logrando una sensibilidad dispuesta a entender el mundo único de cada cliente y qué es lo que este quiere.“

¿Cuéntanos como comenzó el proyecto “Techitos” y cuáles fueron los fundamentos de su diseño?

“Nosotros habíamos trabajado con La Holandesa en un proyecto anterior a Techitos, diseñando y construyendo un comedor para los trabajadores de la fábrica. Ellos nos habían comentado que vieron un cambio positivo de actitud en los trabajadores desde que usaban el comedor. Más felices, con mayor sentido de pertenencia y más empoderados. Un año después, hicimos Techitos.

Ellos nos pidieron que el edificio exprese la esencia de la marca, una combinación entre una empresa establecida y con tradiciones pero que ve hacia el futuro. Entonces usamos la iconografía de las casas holandesas de una manera muy abstracta, tanto que la forma del edificio se vuelve parte del paisaje de montañas característico del valle. Para los materiales usamos ladrillo rústico y lo combinamos con ventanales de triple altura en espacios amplios, libres con mucha luz y ventilación natural“.

En el mercado de arquitectura, eres relativamente joven. ¿Cómo ha sido esta experiencia para ti?

“Me gusta la idea de que aunque estudiar y tener experiencia pueden ayudarte, estos no son elementos imprescindibles para ser bueno. Un buen diseñador tiene el ojo bien afilado, sentido común y quiere hacer el bien. Así que cuando a algún potencial cliente le ha preocupado nuestra aparente juventud, le explicamos que esta actitud es intencional y que esto es un beneficio porque estamos dispuestos a siempre encontrar las mejores soluciones en vez de repetir cosas que tal vez ya no están bien”.

¿Cuál te gustaría que sea tu sello “diferenciador” en el mundo de la arquitectura?

“Las obras duran mucho tiempo y yo tiendo a acordarme mucho más del proceso que del producto final. Entonces me gustaría que la razón por la que nos reconocieran vaya más allá que las obras en sí, tal vez el reconocimiento sería más divertido si es que se nos da por la forma en que hacemos los proyectos”.