Patimonio en peligro

María Cecilia Moscoso, Ernesto Arbeláez, Vanessa Peña © EQUIPO INHAUS

Una llamada urgente para nuestra humanidad

El 15 de abril de 2019, la icónica catedral de Notre Dame fue consumida por un devastador incendio. Durante 15 horas, las llamas arrasaron con siglos de historia y arte, mientras millones de personas alrededor del mundo observaban conmovidas. No solo los parisinos sintieron el peso de la tragedia; la pérdida tocó el corazón de quienes comprendían el valor del patrimonio cultural que desaparecía frente a sus ojos. Afortunadamente, gracias a la acción de miles de expertos, artesanos y donantes que aportaron millones de dólares, Notre Dame resurgió. El 7 de diciembre de 2024, cinco años después de aquel fatídico día, la catedral fue reinaugurada, restaurada casi por completo a su antiguo esplendor.

Este evento es una muestra de lo que la humanidad puede lograr cuando se moviliza para preservar lo invaluable. Sin embargo, mientras celebramos la capacidad de reconstruir monumentos históricos, surge una reflexión crucial: ¿por qué no mostramos la misma urgencia y dedicación para cuidar y restaurar nuestro patrimonio natural?

En noviembre de 2024, mientras Notre Dame se preparaba para su reinauguración, otro incendio consumía dos patrimonios naturales en Ecuador: el Parque Nacional Cajas y el Parque Nacional Podocarpus, ambos ubicados en uno de los pocos países megadiversos del mundo. Aunque la regeneración de estos ecosistemas es posible, no sucederá en cinco años ni con millones de dólares. La recuperación de un bosque, sus especies y sus funciones ecológicas requiere tiempo, compromiso y una comprensión profunda de los ciclos naturales.

Jaguar © EQUIPO INHAUS

En el episodio 46 del podcast Aweik, Vanessa Peña y el biólogo Ernesto Arbeláez reflexionan sobre la importancia de proteger estos espacios y aclarar los mitos que rodean la crisis ambiental. Uno de los más persistentes, según explican, es que la pérdida de biodiversidad no afecta directamente a los seres humanos. Ernesto aclara que todos formamos parte de un ecosistema interconectado, donde cada ser vivo desempeña un papel crucial para sostener la vida tal como la conocemos. Los incendios muchas veces garantizan la extinción de especies que habitan en nichos muy específicos, reduciendo la riqueza biológica de manera irreversible.

Vanessa complementa este argumento con un enfoque práctico: más del 60 % de los medicamentos que usamos hoy en día derivan de componentes naturales y más del 75 % de los alimentos que consumimos dependen de la polinización natural. Relata la historia de una finca de guanábana en Colombia, donde el uso excesivo de pesticidas eliminó al escarabajo polinizador. Como resultado, una persona tuvo que asumir manualmente la tarea que estos insectos realizaban de forma gratuita. ¿Cuánto de este trabajo invisible estamos perdiendo al descuidar nuestros ecosistemas?

Grabación Podcast © EQUIPO INHAUS

Otro mito discutido en el episodio es la creencia de que plantar árboles es la manera más efectiva de combatir la crisis climática. Ernesto enfatiza que la estrategia más efectiva es proteger lo que ya existe. La siembra de árboles debería ser el último recurso, ya que es costosa y, a menudo, ineficaz si no se considera el estado del ecosistema. Vanessa añade que, como ciudadanos, solemos buscar resultados rápidos, pero regenerar un ecosistema es un proceso lento y complejo. Al igual que la restauración de una catedral necesita de múltiples expertos, la recuperación de un bosque devastado requiere entender y respetar los ciclos naturales. Por ejemplo, después de un incendio, la tierra debe regenerarse antes de poder sostener nuevos árboles. Plantar en un terreno no apto es como desperdiciar recursos.

Vanessa concluye con una reflexión: la naturaleza tiene sus propios tiempos y, para ayudarla a recuperarse, debemos escucharla y entender qué necesita. Sin embargo, un hecho es claro: en cinco años no se recuperarán las funciones vitales que se perdieron durante las dos semanas de incendios en el macizo del Cajas y el Podocarpus.

María Cecilia Moscoso © EQUIPO INHAUS

Priorizar lo irremplazable

La restauración de Notre Dame demuestra que, como humanidad, somos capaces de movilizar recursos, conocimientos y emociones para salvar lo que consideramos invaluable. Pero, mientras celebramos este logro, debemos reflexionar: ¿por qué no aplicamos la misma dedicación a proteger aquello que no podemos reemplazar, lo que sostiene literalmente nuestra vida?

El Parque Nacional Cajas y el Podocarpus representan mucho más que paisajes: son laboratorios vivos que regulan el clima, albergan biodiversidad única y nos proporcionan bienes esenciales como agua, alimentos y medicinas. Si perdemos estos ecosistemas, no será cuestión de reunir artesanos y millones de dólares para reconstruirlos. La naturaleza tiene sus propios tiempos y sus propias leyes, respetarlas es la única opción para garantizar que futuras generaciones tengan un mundo habitable.

La crisis ambiental no es un problema ajeno ni lejano. Como lo discutieron Ernesto y Vanessa en el episodio de Aweik, la pérdida de biodiversidad afecta directamente nuestra salud, economía y calidad de vida. Debemos dejar de esperar soluciones mágicas, como la idea simplista de que plantar árboles es suficiente y, en cambio, dirigir nuestros esfuerzos a proteger y regenerar los ecosistemas existentes con paciencia, compromiso y ciencia.

La pregunta que debemos hacernos no es qué tan rápido podemos actuar, sino si estamos dispuestos a hacerlo con la misma pasión y urgencia con la que restauramos una catedral. Cada decisión importa: desde cómo usamos los recursos naturales hasta qué causas apoyamos. En este momento, mientras lees estas líneas, el planeta sigue ardiendo, perdiendo vida y, con ello, posibilidades para todos nosotros.

No podemos permitirnos la inacción. Restaurar lo que ya está dañado y proteger lo que aún queda no es únicamente una cuestión ambiental; es una responsabilidad humana. Como sociedad, podemos y debemos actuar, no solo para preservar nuestro patrimonio cultural, que nos conecta con la historia, sino también para cuidar el patrimonio natural, que sostiene nuestra humanidad y garantiza el futuro. Ambas formas de patrimonio son invaluables, pero mientras la primera nos da identidad, la segunda nos da vida.

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