Chimborazo Lodge: el encuentro con los apus

Chimborazo Lodge © Fotografía por INHAUS ESTUDIO

Desde tiempos preincaicos, las montañas sagradas eran conocidas como apus. Esta creencia partía de la premisa de que en ellas se encontraba guardada la divinidad y la vida, por lo que se les realizaba diferentes ofrendas y rituales. Con estas pleitesías se les agradecía por sus bondades y se pedía por la abundancia de agua y cosechas.

Desde tiempos preincaicos, las montañas sagradas eran conocidas como apus. Esta creencia partía de la premisa de que en ellas se encontraba guardada la divinidad y la vida, por lo que se les realizaba diferentes ofrendas y rituales. Con estas pleitesías se les agradecía por sus bondades y se pedía por la abundancia de agua y cosechas.

Hoy el Chimborazo continúa siendo ese apu.

Chimborazo Lodge © Fotografía por INHAUS ESTUDIO

Un tambo de recogimiento

En las faldas de las perpetuas nieves del imponente Chimborazo, dentro del valle de Totorillas a 4000m de altura, se encuentra el Chimborazo Lodge. Un lugar de descanso que, desde hace casi cuarenta años, invita a entregarse al paisaje, desconectarse del acelerado mundo actual y admirar uno de los sitios más sublimes del Ecuador.

El alojamiento consta de doce habitaciones decoradas con cuadros y adornos que representan la flora y fauna del lugar. Su ambiente rústico incita a soltar el estrés urbano y conectarse con el majestuoso entorno. Están equipadas con calefacción y baños privados, además todas llevan el nombre de un alpinista.

La cabaña principal se encuentra construida, justamente, sobre las bases de un antiguo tambo, que se hallaba en el camino de las yungas (regiones de bosque andino o selva de montaña) en la época precolombina. Mucho comercio pasó por este camino desde el transporte de sal, chile, coca, maíz hasta la concha sagrada spondylus.

Cerca de este tambo, a 5000m de altura, se encuentra un santuario ancestral. En este sitio ocurrían las ofrendas de animales e incluso sacrificios humanos para el taita Chimborazo. Desde hace más de quinientos años comerciantes, viajeros y emisarios del rey pasaron por este lugar de descanso.

En los siglos XVIII y XIX presidentes de la nueva república y figuras ilustres como Simón Bolívar; Edward Whymper, la primera persona en conquistar la cima del Chimborazo; Alexander Von Humboldt, uno de los científicos, geógrafos y naturalistas más destacados de la historia, reposaron aquí. El tambo del valle de Totorillas ha sido testigo de mucha historia y lo será de más.

Chimborazo Lodge © Fotografía por INHAUS ESTUDIO

La biodiversidad de la zona es única, ya que en el páramo no hay invierno ni verano. En estas condiciones extremas, se han desarrollado plantas y animales de alto porcentaje endémico. En el valle se encuentran más de 1500 especies de plantas y el 60% de ellas son exclusivas de la zona. Además, este hermoso valle está rodeado de vicuñas, alpacas, zorros, pumas e incluso un colibrí propio llamado “estrella del Chimborazo”.

Sus humedales son fundamentales para la hidrología, no solo de este sitio, sino del país entero. Gran parte de la población ecuatoriana depende directa o indirectamente de los páramos para obtener agua potable. En la reserva se pueden realizar diferentes actividades para que los turistas vivan experiencias únicas, como: senderismo de montaña, ascensión a la cumbre, visitar un santuario de altura o el bosque de polylepis, excursiones al pico Yanarumi para encontrar fósiles marinos, esquí, entre otras.

Todas estas características hacen del Chimborazo Lodge un lugar mágico de distensión y reflexión. Todo en este lugar motiva a contemplar la naturaleza y a generar consciencia para conservar este frágil ecosistema, mientras se continúa con la misión de ser un tambo cerca de la nieve.

Marco Cruz, fundador de Chimborazo Lodge © Fotografía por INHAUS ESTUDIO

Su fundador

Marco: Nosotros, los hombres, tenemos cosas muy lindas dentro y también cosas malas. En la montaña la pureza del aire, esa pureza intocada que es la nieve, nos invita a encontrarnos a nosotros mismos de la forma más honesta, más transparente. Esa cosa maravillosa que es la montaña se revela dentro de nosotros. Eso es lo que me ha apasionado y lo que me ha llevado a hacer modestamente lo que he podido.

Marco Cruz, un riobambeño de 78 años, ha nacido con los colosos bajo las suelas. Su amor por las montañas viene desde los diez años cuando escaló por primera vez el Chimborazo. Desarrolló su vida alrededor del montañismo, actividad que de joven le permitió estudiar en el extranjero.

M: Fue una casualidad, un encuentro. Yo he sido un romántico, no una persona materialista. Tuve la oportunidad de estudiar turismo en España. Ahí apareció la actividad de turismo de montaña, que la llamaban trekking. Eran expediciones a menor nivel, más personales y pude realizar esta actividad en Ecuador al regresar, lo que me llevó a construir el lodge como sitio de descanso.

Lo importante para Marco es transmitir ese sentimiento de introspección que brinda estar en la montaña, un encuentro con uno mismo mimetizado con el entorno.

M: Mi protección trata sobre que no se note que estamos ahí. Estamos en el Chimborazo, pero nuestra presencia no es lo importante. Lo importante es el paisaje, el contacto visual y sentimental con la montaña, el oír el silencio. Ahí no tenemos televisión, radios ni teléfonos, justamente para que la gente sea parte de esa realidad maravillosa que es la naturaleza.

El cuidado del medio ambiente es una de las prioridades de Marco. Les enseña a los visitantes sobre la vegetación, los animales que existen y la importancia de cuidarlos, tratando de despertar ese sentimiento de conservación de las especies.

M: Ahora, en los últimos años, todavía tengo esa misma pasión, ilusión y fantasía de cuando era joven. Voy al Chimborazo, voy a mi refugio y esa ha sido mi vida, gracias a Dios.

El Chimborazo está compuesto por dieciocho glaciares y uno de ellos lleva su nombre, junto al de grandes exploradores y científicos como Humboldt, Reiss y Whymper. Cruz es la persona que más veces ha escalado el Chimborazo.

Marco Cruz y Ximena Zurita © Fotografía por INHAUS ESTUDIO

“Dormimos tranquilos entre crujientes volcanes”, ¿hasta cuándo?

M: La experiencia más grande es la cotidiana. Todos los días levantarse y ver el Chimborazo, caminar por ahí, tener la oportunidad de enseñar y guiar a las personas. El porvenir es complicado y nosotros estamos a tiempo de salvar lo que nos queda. Qué pena que la gente, especialmente los políticos, no quieran entender. Pero tenemos que seguir soñando en que tenemos un maravilloso país, una maravillosa naturaleza y la obligación de cuidarla.

El cambio climático y el descuido del hombre están borrando los hielos eternos del volcán. Este problema se evidencia cada día con mayor fuerza y toma forma en el presente. La fragilidad y majestuosidad del valle de Totorillas culmina de manera ciertamente particular: la cima del Chimborazo es el punto más cercano al sol y el más alejado del centro de la Tierra.

Esta inmensa certeza debe abrirnos los ojos para cuidar de este lugar único, seguir contemplando su belleza y envolvernos en sus colores y diversidad. Así, estaremos cada vez más cerca del sol.