Por lo general, la sensibilidad es una característica que forma parte del temperamento de un arquitecto… claro, de un buen arquitecto, pues el trabajo de estos profesionales está estrechamente vinculado a una responsabilidad social y medioambiental. Damián Figueras, un exponente de esta rama, que con su trabajo busca influir positivamente en las historias de otras personas.

Con estudios en la Architectural Association de Londres, reconoce que no tiene una obra en sí que lo caracterice, pues es más bien la forma de abordar los proyectos lo que lo define como profesional. “Cada trabajo responde a un contexto específico. En el Hotel Tsinandali se ve claro el diálogo entre el entorno y el proyecto».

Situados en un viñedo de exquisita tradición cultural, inaugurado y abandonado en el siglo XIX, decidimos abstraer las sensaciones de las cuatro estaciones del año, manifestándolas en cada uno de los cuatro niveles del edificio.

“El proceso de proyectar un edificio no es lineal. Es necesario hacer un análisis muy exhaustivo de tantos elementos tangibles, como los edificios, calles, equipamientos colindantes, el clima, y no tangibles, como la demografía, la economía, las tendencias sociales. A través del análisis aparecen varios factores que informan al uso y forma del edificio final.

Su firma se llama Septiembre Arquitectura y sobre esta nos comenta «Tengo dos socios más, Daniel de Reparaz y Sara Baldasano, sin ellos, nuestro estudio no sería lo mismo. ¿Por qué Septiembre? Septiembre es un espacio de tiempo al que todo el mundo se puede relacionar. Así es la arquitectura, un espacio en el que todos nos relacionamos de un modo personal”.